En vez que invertir nuestra energía en impresionar a la gente, invierte esa energía en hacerte feliz. Cuando no tienes nada que demostrar y probar de ti mismo, tu propia confianza permite ver con más claridad. Es entonces cuando sabes dónde ir, qué decir, cómo sentir. No te importa entonces si encajas o no en las expectativas que tiene la gente sobre ti. Sé tú mismo, haz lo que amas, lo que te gusta. Es curioso porque vivimos en una época un tanto narcisista y egocéntrica, pero eso no ha favorecido que el amor por nosotros mismos crezca, dependemos de la aprobación externa constantemente a través, por ejemplo, de circulitos rojos que aparecen en la pantalla de nuestro móvil para sentirnos mejor, de esta forma sentimos que nuestra acción en nuestro entorno es percibida. Este ejemplo es que más se repite en el día a día, pero hay infinidad de representaciones que nos llevan hacia lo mismo: necesidad de aprobación externa. Hagamos una lista de lo que hemos hecho hoy, ¿cuántas han sido realmente para nosotros? ¿cuántas han sido para alguien que no somos nosotros? Redirige un poco de esa energía hacia ti, tratando de percibir tu propio cuerpo, tu propia respiración. Redirigiendo un poco más cada día, las pilas de el amor por nosotros mismos irá aumentando, es un trabajo de una vida, ¿empezamos?
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